Cuando ser empático es la última opción…

No es posible referirnos a la etiqueta sin pensar en la cordialidad, la hospitalidad, la cortesía, y el respeto.

Cada uno de estos términos están irrefutablemente relacionados entre sí desde el instante del saber ser y saber estar, con independencia del momento y el lugar en el que nos encontremos.

De manera equivocada, muchas veces actuamos de acuerdo al estado de ánimo con el que nos encontramos, sin embargo, jamás deberíamos perder nuestros buenos modales, aquellos que nos inculcaron en casa desde nuestra más tierna edad.

Somos o no somos, así de sencillo… somos o no somos educados, somos o no somos respetuosos, tenemos o no tenemos buenos modales, nada de esto está condicionado al momento ni el lugar.

Es muy común, y hoy más que antes, las personas son educadas y atentas solo con su entorno, parecería que los buenos modales están reservados solo para los amigos o para quienes de alguna manera son útiles a nuestros intereses, cuando lo correcto es mantener una misma conducta con todos sin ningún tipo de excepción, de lo contrario no estamos siendo sinceros con nosotros mismos y por supuesto con los demás, simplemente somos una pantalla que desea demostrar una falsa educación con el ánimo de impresionar, pero en la realidad, ni nosotros mismos lo creemos.

Para hacerlo más gráfico, es lo mismo que si acudiéramos a la iglesia y nos golpeáramos el pecho mientras dura la misa, y al salir cambiar radicalmente nuestra actitud, mirar sobre el hombro a los demás, cuando minutos antes mostrábamos una personalidad totalmente distinta, o cuando alguien está en una cena y demuestra un exquisito comportamiento y dominio perfecto de cada uno de los elementos de la mesa, como tomar los cubiertos correctamente, beber tomando la copa por el tallo y usar correctamente la servilleta, pero al retornar a su casa es totalmente distinto; recarga su cuerpo en la mesa, come con las manos, bebe directamente de la botella y por si fuera poco utiliza el mantel como servilleta.

Nada de esto debería estar en función a nuestro estado de ánimo y mucho menos al qué dirán los demás. La cordialidad, la cortesía y el respeto son los complementos de la etiqueta, como mencioné líneas arriba.

No se tiene buenos modales para impresionar a los demás, no somos educados por conveniencia, esto tiene que ver con el respeto que debemos a las personas, si comemos con las manos provocando sonidos desagradables, evidentemente vamos a incomodar a los comensales que se encuentran junto a nosotros, incluso es muy probable que provoquemos que pierdan el apetito, incluso que se indispongan, entonces no estaríamos siendo para nada considerados, lo correcto es ser empático y evitar ser una molestia para otros, es por eso que la etiqueta nos brinda ciertas pautas de comportamiento, basándose siempre en el respeto al prójimo, la etiqueta nos dice no solo cuál es la manera correcta de comer, sino de hablar, conversar, pero no me refiero al lenguaje, sino al saber guardar una distancia prudente para ni incomodar al interlocutor, a la elevación del tono de nuestra voz, a ser amables, a saber comportarnos en espacios públicos, privados, la etiqueta nos ayuda a ser mejores, nos da pautas de comportamiento para que las relaciones sociales sean mejores, de ahí es que podemos hablar de la etiqueta social.

Que les parece este ejemplo: ingresamos a un avión, y la persona que se encuentra a nuestro lado, está escuchando música desde su iPod sin utilizar audífonos, probablemente lo primero que pensaremos es que será un largo viaje, y seguro nos incomodará, pero no solo a nosotros sino a los demás pasajeros, tal vez le pidamos cortésmente que baje el volumen o que utilice audífonos, o simplemente hablaremos con el/la sobrecargo de vuelo, pero no debería ser necesario pasar por esta situación, si esta persona hubiera sido respetuosa y considerada desde el principio, nada de lo anterior hubiera sucedido. De lejos, lo que le falto a esa persona es consideración, respeto y por supuesto no fue nada empático.

Sería bueno que todos nos pongamos en el lugar de los demás, para ver si estamos haciendo lo correcto o como nos gustaría ser tratados en la misma situación.

Si vamos más allá, qué pasa si ese comportamiento lo tiene frente a una persona autista… entonces debemos plantearnos todos los escenarios posibles para evitar incomodar a las demás, y esto solo se hace a través de la consideración y el respeto.



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